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Tengo la mente confundida,
me estremezco de terror.
El fresco del atardecer, que tanto me gustaba,
se ha vuelto para mí algo terrible.
La mesa ya está puesta, tendidas las alfombras,
el banquete ha comenzado.
¡De pie, capitanes: saquen brillo a los escudos!
Porque el Señor me ha dicho:
«Ve y coloca un centinela
que dé aviso de todo cuanto vea.

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